Testimonios de pacientes

Alba y Manuel

«Hola, mi nombre es Manuel. Hace un tiempo comencé a tener bastantes problemas con mi hija Alba, hasta el punto de que se ausentó dos veces de casa después de dos discusiones. Buscando en Internet encontré a Om Psicología & Biogestalt y llamé. He estado tan enfadado con ella últimamente que he estado centrado en ver todo lo que ha estado haciendo mal, pero empezar a darme cuenta cómo me he ido relacionando como padre y como hombre con Alba me ayudó a darme cuenta de las consecuencias que ha tenido en ella mi estilo y mis pautas educativas, mi presencia, y también mis ausencias. Reconozco que ha habido momentos duros, en los que me he sentido fatal. Separarme hace un año y medio y verme ejerciendo la paternidad solo me hizo centrarme tanto en mí que olvidé que la menor de edad es Alba. La terapia me ha ayudado a ir haciendo los cambios necesarios, adaptándome a ellos, pero, sobre todo, a acompañar a Alba en nuestro divorcio, que no ha sido nada sencillo para ella, y a dejarla fuera de las batallas que estábamos librando los adultos, para centrarnos en proteger, cuidar y acompañarla a ella. Aprovecho este espacio para agradecer a la madre de Alba que esté. Y, como nos ha quedado claro y hemos aprendido, nos separamos como pareja, pero no como equipo de padres.»

Ángel, Loretto y Ruymán

«Fuimos a Om Psicología & Biogestalt porque nos lo recomendó una familiar que acudió a consulta en su momento. Este año escolar nos mudamos y decidimos que nuestro hijo se cambiara de instituto a uno más cercano. A los pocos meses, comenzamos a recibir quejas de sus profesores y empezó a traer los primeros suspensos. En casa observamos un cambio de actitud; contestándonos, no haciendo caso a lo que le decíamos, teniendo que estar todo el tiempo encima de él para que hiciera las tareas, etc.

Hemos tenido sesiones familiares y Ruymán también ha tenido un espacio para él. A nosotros nos ha tocado darnos cuenta de cuál ha sido la relación que cada uno de nosotros ha establecido con Ruymán a lo largo del tiempo y darnos cuenta de las consecuencias que ha tenido para él no ponernos de acuerdo en cómo educarlo (de hecho ha sido un tema que ha generado muchas broncas entre nosotros delante de Ruymán). La terapia nos ha ayudado a resolver los conflictos como padres, ponernos de acuerdo en las pautas y estilos educativos, a decirle ‘no’ más a menudo y a mantenerlo. Hemos tenido un espacio para hablar de la maternidad y la paternidad y para reconocer en nuestro hijo las características de la adolescencia.

Ruymán ha aprendido a comprometerse e ir asumiendo responsabilidades. Era un chico que se guardaba mucho las cosas para él y las sesiones que hemos hecho en la sala, que son menos de hablar y más de hacer cosas entre los tres, nos han servido para acercarnos a él, para comprenderle, pero para que él también nos comprenda a nosotros. Ahora nos comunicamos más y volvemos a compartir más momentos juntos, entendiendo que es un adolescente y también necesita un espacio para él.»

Rober, Jaime y Sandra

«Mi nombre es Rober, y tengo casi 18 años. Para mí la terapia me ha ayudado a ir madurando. Mi frase siempre era: “Hacerse mayor es un rollo”. Siempre me ha costado mucho asumir responsabilidades porque, aunque me ha costado aceptarlo, he estado acostumbrado a que mis padres me lo hagan todo y me den todo lo que pedía. No entendí cómo de repente, en la medida que me iba acercando a mi mayoría de edad, de repente comenzaban a exigirme que hiciera cosas que hasta entonces nunca hacía (tareas de la casa, sacar buena notas porque tengo que mirar por mi futuro…) Las cosas en casa se fueron poniendo cada vez peor porque en la medida en que no cumplía, comenzaron a quitarme mis privilegios. Tanto empeoraron que terminaron llevándome a consulta.

Así conocí a mi terapeuta, quien poco a poco me ayudó a darme cuenta de mi parte de responsabilidad en la situación que estábamos viviendo tanto en casa de mi padre como de mi madre. También revisamos cómo era mi relación con cada uno de ellos y me di cuenta de que, aunque tanto mi madre como mi padre tienen otras parejas, yo sigo teniendo un lugar en la familia. Agradezco un montón que mis padres hayan ido a sesiones conmigo. Aunque me costó muchísimo, fui capaz de expresar cosas que tenía calladas y que en casa me salían con malas formas.

Me he dado cuenta de que soy mayor para muchas más cosas de las que creo, y no sólo para las que me gustan. Yo quiero ser un chico que pueda valerse por sí mismo, tener autonomía y la suerte de contar con unos padres a los que puedo pedir ayuda si lo necesito, pero también puedo yo ayudarles a ellos. Lo que más me costó aceptar es que, en parte, en las quejas de mis padres había una parte de razón, pero ellos también tenían parte de responsabilidad. En definitiva, todos hemos hecho un esfuerzo por cambiar en cosas que nos estaban haciendo daño. Sé que mi padre y mi madre están separados, pero siempre serán mis padres. Yo lo tenía claro y me alegro mucho de que con la terapia ellos lo hayan aprendido también.»

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